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Que horror!!!!!!!!!!!!!

Tomado de El Espectador

sábado, 09 de junio de 2007


En la enfermería del Colegio Nueva Granada de Bogotá, uno de los más prestantes de la ciudad, se repite la misma escena: una fila de alumnos de bachillerato aguarda con un recipiente de plástico en la mano, en el que antes han escupido, a que la enfermera deslice una tirilla de papel. Si la tirilla permanece blanca, los estudiantes suspiran y regresan tranquilos a su salón de clase. En cambio, si la tirilla se torna azul, el alumno debe someterse a un segundo examen, esta vez de orina, para descartar o confirmar definitivamente si ha consumido alcohol o cualquier otra sustancia psicoactiva.

Se trata de las polémicas pruebas antidopaje que en los últimos años saltaron de las competencias atléticas a los cuerpos de policía, a las empresas y ahora irrumpen en los salones de clase. En países como Estados Unidos, México o Inglaterra esta práctica ha provocado agitadas discusiones entre quienes defienden su efectividad para poner freno al creciente consumo de drogas entre adolescentes y quienes las interpretan como una violación a la intimidad y las consideran una medida antipedagógica.

"Aunque en el colegio dicen que el examen de orina es al azar o para aquellos que den positivo en el de saliva, lo cierto es que los directivos 'fichan' a cualquiera sólo con la sospecha de que ha consumido drogas. Hay alumnos a los que les han practicado hasta tres veces la prueba y otros a los que nunca llaman. Cuando se enteran que fuimos a un paseo el fin de semana, el lunes a primera hora citan a la enfermería a quienes saben que estuvieron allí", relata un estudiante de undécimo grado del Colegio Nueva Granada. Una de sus compañeras, de décimo, añade molesta: "Para evitar que hagamos trampa, siempre nos acompaña un profesor o profesora hasta el baño y vigila que sea nuestra orina la que se someta a la prueba".

Los padres de los estudiantes que resultan positivos en la prueba son llamados por las directivas del colegio para ponerlos al tanto de la situación e iniciar un trabajo conjunto para orientar a su hijo. El alumno debe comprometerse a recibir una asesoría psicológica y, por supuesto, a no reincidir. Si otra prueba resulta positiva se expone a sanciones. Según uno de los estudiantes, al menos 15 alumnos han resultado positivos y todos por consumo de marihuana.

Crece el consumo

Las directivas del colegio Nueva Granada prefieren no pronunciarse sobre el tema. Sin embargo, explicaron que las pruebas antidopaje se enmarcan en una estrategia más amplia para combatir el consumo de drogas, que a su vez se articula a un esfuerzo colectivo con otras instituciones educativas del país, preocupadas por el fenómeno de abuso de sustancias psicoactivas entre adolescentes.

Carolina Piñeros, directora ejecutiva de Redpapaz, una organización que reune a más de 60 colegios privados y públicos, entre ellos al Nueva Granada, y que se ha involucrado directamente con la implementación de estrategias para controlar el problema de drogas entre escolares, dice que "las medidas como no vender bebidas alcohólicas en los eventos del colegio, e incluso las pruebas antidopaje, se proponen para cuando no se realiza bien la tarea de prevención en el colegio o para combatir problemáticas puntuales. Per sé, las pruebas antidopaje no funcionan; deben acompañarse de una estrategia seria de prevención por parte del plantel".

¿Cuál es entonces la realidad sobre consumo de drogas entre los adolescentes colombianos para que algunos rectores y organizaciones de padres se motiven a adoptar estrategias tan drásticas como la prueba antidopaje? ¿Qué tanto pugna esta decisión con el derecho a la intimidad o el libre desarrollo de la personalidad?

Las cifras de drogadicción nadie las sabe con precisión. Un estudio adelantado por la Embajada de Estados Unidos en Colombia y el Ministerio de la Protección Social en 2006 indica que entre un 9 y un 10% de los estudiantes en Colombia están consumiendo drogas, lo que significa un incremento del 7% durante la última década.

Sin embargo, los expertos en el tema consultados por El Espectador coinciden en que las más confiables y recientes estadísticas sobre drogadicción en adolescentes son las que reveló la encuesta nacional que llevó a cabo Rumbos, un programa de la Presidencia de la República que se clausuró en el primer gobierno del presidente Uribe.

Según esta encuesta, del año 2002, que consultó 300.000 jóvenes entre los 10 y 24 años, el 7% de los adolescentes colombianos consumen drogas psicoactivas diferentes al alcohol. El estudio estableció que el 65% de los encuestados consume licor frecuentemente y el 30% de ellos se embriaga al menos una vez al mes. El cigarrillo ocupa el segundo reglón después del alcohol, y lo siguen la marihuana (11%), los tranquilizantes (3,8%), la cocaína (2,5%) y en menor porcentaje la heroína, el basuco y otras drogas ilegales.

"El problema del consumo masivo de drogas en Colombia es relativamente nuevo y ha venido creciendo paulatinamente y no de manera desmesurada como ocurrió en Estados Unidos, donde desde 1968 hasta 2005 se dispararon los índices de consumo de drogas en adolescentes", afirma Augusto Pérez Gómez, ex director del Programa Rumbos y actualmente profesor de la Universidad de New Jersey y la Universidad de los Andes.

En Estados Unidos, el National Institute of Drug Abuse ha registrado porcentajes de hasta un 25% en el consumo de marihuana entre alumnos de octavo a doce grado. Arrinconados por estos índices tan altos, en 2002 comenzaron a realizarse las pruebas antidopaje en algunas escuelas, después de que la Suprema Corte aprobara la medida y el presidente George Bush la respaldara como eficaz y necesaria. La Corte señaló que los colegios tienen el deber de proteger la salud de los estudiantes y la integridad de los atletas. Esto pese a que organizaciones como la American Civil Liberties Union advirtieron que las pruebas sorpresa iban en contra de la Constitución de los Estados Unidos al violar la cuarta enmienda (el derecho a estar a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias).

En México, aunque se intentó instaurar las pruebas en escuelas de la capital, las voces de protesta como la de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal han frenado la medida por considerar que no detiene la adicción ni combate sus causas, tampoco detecta algunas drogas y en muchas ocasiones no se cuenta con elementos para atender a quien dé positivo en la prueba. Esta comisión incluso se pronunció en contra de la revisión de las mochilas de los estudiantes.

Los más y los menos


Ante este panorama, la pregunta que surge es si las pruebas antidopaje resultan una herramienta eficaz y apropiada para contener el consumo disparado de sustancias ilegales entre jóvenes y estudiantes en nuestro país sin violar los derechos de los adolescentes.

Efrén Martínez, director científico del colectivo Aquí y Ahora, una organización especializada en el manejo de adolescentes con problemas avanzados de drogadicción, defiende las pruebas antidopaje: "En los lugares donde se han adoptado las pruebas, se ha observado una disminución en el consumo. En Bogotá tenemos cuatro colegios donde se practican con la autorización de los padres. Lo lamentable es cuando la motivación es represiva y no preventiva".

Martínez, quien ha acompañado estas iniciativas y recibe algunos de los jóvenes con problemas de adicción para iniciar con ellos un proceso de rehabilitación, dice que al principio hay un rechazo por parte de los estudiantes, pero luego se transforma en aprobación de la medida y en un sentimiento de gratitud hacia el colegio. Lo mismo sucede con los padres, quienes, según él, se han mostrado entusiastas con las pruebas antidopaje al punto que ha recibido solicitudes de al menos 25 colegios más donde los papás quieren implementarla.

Desde la otra esquina, Diana Cerón Otoya, directora ejecutiva de la Fundación Mentor-Colombia, una organización que orienta a 96 colegios públicos y privados en programas de prevención de drogadicción, plantea que a los niños no hay que realizarles pruebas antidopaje porque no sólo se los estigmatiza y se crea un clima de desconfianza hacia los educadores, sino que resultan innecesarias. Para ella, basta con fijarse en los síntomas o hablar con los alumnos para identificar quiénes están experimentando problemas de drogadicción.

"No hay estudios serios ni evaluaciones sobre la efectividad de las pruebas antidopaje –dice Diana Cerón–, al menos no las conozco. Y en estos temas hay que ser muy cuidadosos porque muchos métodos resultan contraproducentes. Por ejemplo, la táctica de llevar ex drogadictos para que cuenten su experiencia a los jóvenes es fatal. Ellos comienzan a preguntarse que si se puede salir adelante, entonces por qué tanto escándalo".

Los especialistas denominan a estas estrategias que no solucionan el problema como "prácticas contrapreventivas", en las que también se incluyen conferencias sobre drogadicción esporádicamente, folletos, medidas represivas como expulsarlos de las instituciones educativas o suspenderlos.

Para Augusto Pérez Gómez, el ex director del extinto Programa Rumbos de la Presidencia del República, la prueba antidopaje en países como Estados Unidos ha mostrado alguna efectividad, porque el problema era tan complicado y había avanzado tanto, que ya era tarde para ensayar otras estrategias de prevención. "A menos que en los colegios que realizan estas pruebas exista un sistema de atención y prevención funcionando continuamente, la medida es inútil y provoca un daño terrible porque aísla a los alumnos con problemas de drogadicción".

¿Una medida legal?


Más allá del debate sobre la efectividad de la prueba, que sólo se resolverá cuando se conozca información confiable, seria y precisa sobre su impacto, surge la preocupación por las implicaciones legales.

Las filas de estudiantes con recipientes de orina antes de entrar a sus clases, rectores rondando por los pasillos en busca de candidatos para las pruebas, documentos firmados junto a las matrículas en los que se renuncia tácitamente al derecho a la intimidad, son escenas que encajan más en novelas como El Gran Hermano, de George Orwell, donde la existencia de cada persona es estrictamente vigilada.

"Para mí estas pruebas son absolutamente inconstitucionales y abusivas. Pugnan con el derecho a la intimidad y el libre desarrollo de la personalidad. A uno no lo pueden castigar por el consumo sino por los actos que sigan a ese consumo y sean delitos", comentó el ex magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria Díaz, quien en 1994 fue ponente de la sentencia para despenalizar la dosis personal.

En el mismo sentido opina Bernarda González Zuluaga, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, quien tiene a su cargo la promoción del nuevo Código de la Infancia y la Adolescencia (Ley 1098 de 2006). "Las pruebas no se pueden hacer sin el consentimiento de los padres. Pero aún así, creo que al realizarlas en los colegios se atenta contra el derecho a la intimidad y la dignidad humana".

Escenario ideal


La solución ideal para Augusto Pérez, ex director de Rumbos, es que los colegios logren configurar un programa preventivo donde los niños que no consumen sean los modelos de los demás compañeros y no como sucede ahora, donde la atención está puesta en los consumidores.

'Ciudades Preventivas' ha sido una de las estrategias más aplaudidas por sus efectos reales sobre el consumo. Seattle y Buenos Aires son dos de las ciudades donde se ensayó este programa, que consiste en conformar un grupo de trabajo en el que participan la policía, los educadores, padres de familia, gobernantes, estudiantes, entre otros, enfocado a desarrollar mecanismos que contrarresten el consumo de sustancias psicoactivas.

Otra opción que resulta efectiva para algunos expertos es la del "couching" o "habilidades para la vida". Se trata de programas en los que se estimula el desarrollo de competencias y valores para enfrentar las dificultades de la vida.

La prueba antidopaje que en los torneos deportivos alrededor del mundo ha sacado de competencia a grandes deportistas como Ben Johnson, Marco Pantani o Diego Maradona, todavía tendrá que esperar un tiempo antes de colarse definitivamente en las aulas. Sus defensores deben convencer a los opositores de que no sólo son efectivas sino que están lejos de afectar la intimidad de los adolescentes.

Otras Experiencias


Inglaterra: En enero de 2005 se comenzaron a realizar en The Abbey School pruebas 'antidoping' a los estudiantes. Peter Walker, director de la institución, declaró que el 86% de los padres de los 960 alumnos que allí estudian están de acuerdo con esta estrategia, pues desde que se implementó, ha mejorado notablemente el rendimiento académico.

Estados Unidos: En 2002, la Suprema Corte autorizó los exámenes 'antidoping' en los centros educativos. Aunque reconoce el derecho a la privacidad de los estudiantes, argumentó que los colegios deben garantizar la salud de sus alumnos.

México: La intención de practicar pruebas a los estudiantes para determinar si han o no consumido sustancias psicoactivas desató una fuerte polémica. Organizaciones no gubernamentales se opusieron a la medida por considerarla ilegal.

Pruebas no confiables


En su edición de abril, la prestigiosa revista "Pediatrics" publicó un estudio en el que se asegura que las pruebas de drogas en orina tienen un margen de error tan amplio que podrían no ser útiles en escuelas. En el Centro de Investigación para el Abuso de Sustancias en Adolescentes del Hospital Infantil de Boston, se revisaron 710 pruebas de drogas en orina de 110 pacientes entre los 13 y 21 años. Los resultados indicaron que el 12% de las pruebas estaban sujetas a la malinterpretación. El 21% de los resultados positivos eran atribuibles a medicamentos recetados o de venta libre legítimos. "Las pruebas de drogas son más complejas desde el punto de vista técnico de lo que los profesionales de la salud y los legisladores reconocen", aseguró en una declaración para Health Day la Dra. Sharon Levy, autora del estudio: "Muchos adolescentes son expertos en trucos con las pruebas. Además, los recursos para las pruebas se podrían emplear mejor en programas de tratamiento y prevención".

Comentarios

Anónimo dijo…
Dificil cuestión, la que planteas en este post por un lado está el derecho a la libre autodeterminación de un joven además de los limites que debe tener un estado liberal en la vida de sus ciudadanos.

Pero por el otro está el costo social que ese 10% de adictos inflinge a la nación, además de todas las consecuencias del consumo de drogas, las consecuencias en la salubridad pública, en fin toda una serie de daños provocados por la inmadurez propia de la juventud, que gusta de jugar con lo irreversible y lo irremediable.

A mi me bastó con ver a un tipo comiendo basura y hablando incoherencias, todo por ser adicto, para entender que esa droga, mata y mata lentamente y que lo convierte a uno en una piltrafa pero algunos no aprenden con la disuasión, veamos Holanda, sino con la represión.

Veremos los resultados de esta medida!

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