En estos días me encontré brevemente en el chat con una de mis mejores amigas de la vida. Nos vemos poco, hablamos poco; nos adoramos. Y coincidía conmigo en que la felicidad nos llega ahora como una brizna, no como un estruendo. También lo hablaba con mi otra mejora amiga, con la que hablo mucho, la que extraño como a mi respiración...hemos aprendido a vivir de una felicidad melancólica, incluso nostálgica. Las tres somos un conjunto de dolores del pasado, que ante la adversidad de la vida, encaramos con toda las bellezas de las que somos capaces.
No recuerdo conocer un trío más poderoso que cuando nos encontramos una vez las tres en Cartagena. Éramos las mujeres más invencibles y felices del planeta.
Y ahora, madurar un poco la idea, aunque nos quita de la cabeza la noción de que la felicidad es equivalente a la alegría, nos da la satisfacción de vernos en la vida y sabernos felices. Felices que no implica sin conflictos, o sin defectos. O sin áreas de mejora. Felices porque somos dueñas de nosotras, de nuestras decisiones y de quiénes somos para enfrentarnos a los juicios del mundo que de todas formas siempre vienen.
Ahora recuerdo con gracia los momentos de mi vida en que la felicidad era exhilarante, compuesta de carcajadas y excesos... No es que no pueda divertirme así de vez en cuando. Es que ya no lo necesito para sentirme feliz. Hoy por ejemplo, fui feliz viendo un malabarista en el circo de hielo, con los chicos. Pero aún más feliz cuando al salir, me di cuenta que estaban ya desmontando el circo, que si no íbamos hoy ya no íbamos...que lo intuí y por eso convencí a un Rodri cansadito por la playa de que valdría la pena...
Y soy feliz ahora cuando el hombre al que amo me dedica un rato, por más pequeño que sea. En el maremagnum de la vida que tiene él y que tengo yo, que podamos robarle instantes a la vida, para mirarnos a los ojos, es ya un milagro. Y ya no siento la sensación de vacío que sentí antes cuando alguien amado se iba, porque se iba. Ya nadie se va. Todos hacen parte de mi y me acompañan a su manera, a través del chat, de nuestros proyectos juntos, de las cosas que como mirar las estrellas me unen con alejandra o con anamaria.
Amo la presencia de mis amigos, de quienes amo. Y me acostumbré a darle mejores significados a su ausencia. Ojalá Eylin no lea esto y crea que es a ella a quien me refiero. A ella me costará de por vida perdonarle su abandono, justo cuando más la necesité. Pero ya no la juzgo. Ella necesita comodidad y yo soy, por definición incómoda y difícil. Son pruebas de amor, que algunos superan, y otros no. Simplemente.
Quisiera poder preservar momentos como el que tengo ahora entre las manos, justo mientras escribo. Es un breve momento de plenitud y equilibrio. Sé que la vida brilla aún en medio de las peores tormentas. Sé que quien te ama lo hace a pesar de todo. Y si es amor, es para siempre. Como dice Fito, "si es amor, pasará huracanes y tormentas".
Como le decía a Ana. Ya no soy una mujer tan alegre. Puedo ser divertida. Puedo deprimirme, pero siempre, aún en los peores momentos, sé que soy importante para la humanidad. Mucha gente leería esto y diría que tengo el ego muy grande. Tal vez. Yo creo que lo que he logrado es construir sentido, y seguir intentando ser mejor cada día. A pesar de la colección de errores que cargo... y que hacen parte de mi perfección y de mi humanidad.
Hay felicidad en la tristeza. Hay fuerza en la fragilidad. Hay presencia del corazón.
Y no puedo sino recordar cómo volví a la vida, el día que Mariale me llamó, esa mañana en que creí que se me acababa el mundo. Ella es siempre tan oportuna.
No recuerdo conocer un trío más poderoso que cuando nos encontramos una vez las tres en Cartagena. Éramos las mujeres más invencibles y felices del planeta.
Y ahora, madurar un poco la idea, aunque nos quita de la cabeza la noción de que la felicidad es equivalente a la alegría, nos da la satisfacción de vernos en la vida y sabernos felices. Felices que no implica sin conflictos, o sin defectos. O sin áreas de mejora. Felices porque somos dueñas de nosotras, de nuestras decisiones y de quiénes somos para enfrentarnos a los juicios del mundo que de todas formas siempre vienen.
Ahora recuerdo con gracia los momentos de mi vida en que la felicidad era exhilarante, compuesta de carcajadas y excesos... No es que no pueda divertirme así de vez en cuando. Es que ya no lo necesito para sentirme feliz. Hoy por ejemplo, fui feliz viendo un malabarista en el circo de hielo, con los chicos. Pero aún más feliz cuando al salir, me di cuenta que estaban ya desmontando el circo, que si no íbamos hoy ya no íbamos...que lo intuí y por eso convencí a un Rodri cansadito por la playa de que valdría la pena...
Y soy feliz ahora cuando el hombre al que amo me dedica un rato, por más pequeño que sea. En el maremagnum de la vida que tiene él y que tengo yo, que podamos robarle instantes a la vida, para mirarnos a los ojos, es ya un milagro. Y ya no siento la sensación de vacío que sentí antes cuando alguien amado se iba, porque se iba. Ya nadie se va. Todos hacen parte de mi y me acompañan a su manera, a través del chat, de nuestros proyectos juntos, de las cosas que como mirar las estrellas me unen con alejandra o con anamaria.
Amo la presencia de mis amigos, de quienes amo. Y me acostumbré a darle mejores significados a su ausencia. Ojalá Eylin no lea esto y crea que es a ella a quien me refiero. A ella me costará de por vida perdonarle su abandono, justo cuando más la necesité. Pero ya no la juzgo. Ella necesita comodidad y yo soy, por definición incómoda y difícil. Son pruebas de amor, que algunos superan, y otros no. Simplemente.
Quisiera poder preservar momentos como el que tengo ahora entre las manos, justo mientras escribo. Es un breve momento de plenitud y equilibrio. Sé que la vida brilla aún en medio de las peores tormentas. Sé que quien te ama lo hace a pesar de todo. Y si es amor, es para siempre. Como dice Fito, "si es amor, pasará huracanes y tormentas".
Como le decía a Ana. Ya no soy una mujer tan alegre. Puedo ser divertida. Puedo deprimirme, pero siempre, aún en los peores momentos, sé que soy importante para la humanidad. Mucha gente leería esto y diría que tengo el ego muy grande. Tal vez. Yo creo que lo que he logrado es construir sentido, y seguir intentando ser mejor cada día. A pesar de la colección de errores que cargo... y que hacen parte de mi perfección y de mi humanidad.
Hay felicidad en la tristeza. Hay fuerza en la fragilidad. Hay presencia del corazón.
Y no puedo sino recordar cómo volví a la vida, el día que Mariale me llamó, esa mañana en que creí que se me acababa el mundo. Ella es siempre tan oportuna.
Comentarios
Gracias por la entrada, gracias por estar a mi lado... Me haces sentir tan querida, espero que sientas lo mismo.
BESOS A LAS DOS ANITAS.