De nuevo por cortesía de Erwin, el papá de Matías, en Educación Libre, el egroup.
Principios de reconstrucción social. 1916.
Los hombres temen al pensamiento más de lo que
temen a cualquier otra cosa del mundo; más que la
ruina, incluso más que la muerte.
El pensamiento es subversivo y revolucionario,
destructivo y terrible.
El pensamiento es despiadado con los privilegios,
las instituciones establecidas y las costumbres cómodas; el
pensamiento es anárquico y fuera de la ley, indiferente a la autoridad,
descuidado con la sabiduría del pasado.
Pero si el pensamiento ha de ser posesión de
muchos y no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnoslas
con el miedo*
Es el miedo el que detiene al hombre, miedo de
que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo de
que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañinas, miedo de que ellos
mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían
supuesto.
¿Va a pensar libremente el trabajador sobre la
propiedad? Entonces ¿que será de nosotros
los ricos? Van a pensar libremente los muchachos y las muchachas
jóvenes sobre el sexo? Entonces ¿que será de la
moralidad? ¿Van a pensar libremente los soldados sobre la guerra? Entonces ¿que será de la disciplina militar?
¡Fuera el pensamiento!
¡Volvamos a los fantasmas del prejuicio, no vayan
a estar la propiedad, la moral y la guerra en peligro! Es
mejor que los hombres sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que
sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fueran
libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe
evitarse a toda costa.
Así arguyen los enemigos del pensamiento en las
profundidades inconscientes de sus almas. Y así actúan
en las iglesias, escuelas y universidades.
Principios de reconstrucción social. 1916.
Los hombres temen al pensamiento más de lo que
temen a cualquier otra cosa del mundo; más que la
ruina, incluso más que la muerte.
El pensamiento es subversivo y revolucionario,
destructivo y terrible.
El pensamiento es despiadado con los privilegios,
las instituciones establecidas y las costumbres cómodas; el
pensamiento es anárquico y fuera de la ley, indiferente a la autoridad,
descuidado con la sabiduría del pasado.
Pero si el pensamiento ha de ser posesión de
muchos y no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnoslas
con el miedo*
Es el miedo el que detiene al hombre, miedo de
que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo de
que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañinas, miedo de que ellos
mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían
supuesto.
¿Va a pensar libremente el trabajador sobre la
propiedad? Entonces ¿que será de nosotros
los ricos? Van a pensar libremente los muchachos y las muchachas
jóvenes sobre el sexo? Entonces ¿que será de la
moralidad? ¿Van a pensar libremente los soldados sobre la guerra? Entonces ¿que será de la disciplina militar?
¡Fuera el pensamiento!
¡Volvamos a los fantasmas del prejuicio, no vayan
a estar la propiedad, la moral y la guerra en peligro! Es
mejor que los hombres sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que
sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fueran
libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe
evitarse a toda costa.
Así arguyen los enemigos del pensamiento en las
profundidades inconscientes de sus almas. Y así actúan
en las iglesias, escuelas y universidades.
Comentarios
cuestionan su impericia y descompormiso con los alumnos