En Cartagena, por cada 10 pandilleros hay 1000 jóvenes organizados en torno a temas no criminales solo que no lo saben. No lo saben ellos, no lo sabemos nosotros, no lo sabe la administración pública. Ellos y ellas, que poco entienden de política y poco les importa, andan en sus bonches y boros, despreocupados, haciendo alguna actividad como jugar fútbol, o bailar, o simplemente "vacilar". Nosotros y nosotras, integrantes de sus comunidades, preocupados como lo estamos siempre por la seguridad de nuestras familias y nuestras cosas, preferimos entender y percibir a los bonches de esquina, como lugares potencialmente peligrosos. Nos preocupa que la juventud es especialemnte vulnerable ante problemas sociales como la drogradicción, preferimos cerrar los aprques para cuidarlos, y nos abstenemos de pensar sobre las actitudes y las razones por las cuales los jóvenes actúan como actúan. La administración está tratando de entender cómo abordar el tema de le juventud. Pero sus referentes juveniles están alejados de la verdad popular sobre la vida de las chicas y los chicos. En la política pública aparece un joven acartonado ya acomodado, con pocas responsabilidades y muchas rebeldías. En ejercicio, los que mejor conocen a los jóvenes son los policías quienes, paradójicamente, son quienes han logrado interpretar mejor sus intereses. En Cartagena es la policía comunitaria la que ha creado una verdadera estrategia de atención.
Hace unos cuatro años tuve la oportunidad de visitar la India. Ya de regreso, alguien me preguntó si no me había impresionado mucho la pobreza, y no pude recordar si había visto pobres en la India. Por supuesto, vi innumerables personas que carecen de muchas cosas, pero me pareció que no había pobreza en los términos en que nosotros la conocemos aquí. Hay mendigos, hay incluso personas que pertenecen a la casta de los intocables, que son discriminados por los demás y sólo pueden ejercer los oficios más humildes. Pero por el curioso orden mental que allá impera, no hay nadie que esté despojado de un lugar en el cosmos, todo el mundo tiene una explicación filosófica y trascendental sobre su situación, y entiende o cree entender el puesto que el ha tocado en el universo. Tal vez por eso pocos se rebelan contra su situación. Al cabo de un determinado número de reencarnaciones tendrán aquello de lo que ahora carecen, o mejor aún, acaso logren escapar a la rueda de las transmigraciones e in
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