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19 de enero

Hay días paradigmáticos en la vida de cada uno. Ayer fue uno.

Posiblemente les cueste imaginarme más eufórica puesto que parezco eufórica todo el tiempo. Ayer lo estaba. Amanecí con una especie de revuelo interno. Esta semana fue intensa en muchos sentidos y ademas de hacer miles de cosas en muy poco tiempo, sentí miles de cosas y sobretodo planié muchas cosas. Vivir nuevas experiencias, ver gente que amo y planear son cosas "aceleradoras" para mi. (Sí más que lo normal). Por ende, mi estado de intensidad creativa ya era alto. As`que ayer ya venía engallada.

Pero el día de ayer es algo que muy poca gente habrá experimentado. Muy poca. Tiene un lado "light" que postearé en facebook y que nos divertirá mucho por muchos años...y un lado espeso que trataré de desentrañar aquí, probablemente no con una única entrada.

Para empezar debo decir que anoche, cuando el día terminó me acosté a dormir y soñé con una tarántula gigantesca. LLEvaba unos 15 años sin tener esta pesadilla y ayer fue distinta. Por primera vez en mucho tiempo, esa araña gigante no se veia tan amenazante, incluso era un poco flaca, y aunque no la pude enfrentar, no me asustó tanto. Así de intenso fue el día.

Ayer vi a mi mejor amiga de infancia, a su hermana y a su prima, por primera vez en unos 25 años. No pudimos calcular bien cuándo dejamos de vernos. Pero yo tengo muy claro por qué. Y es uno de los dolores más intensos que se me colaron en el alma infantil y que aún se me revuelven en las emociones cotidianamente.

A mi me crió Mariela, la empleada de servicio de la casa de mi abuela, que por instrucciones de su segundo esposo (no mi abuelo) sugiriò quedarse conmigo puesto que mis papàs estaban en medio de un divorcio bien jarto. Ayer me sorprendì de lo poco que recuerdo a mi mamá como parte de mi vida, y lo mucho que recuerdo a Mariela. Con ella me enviaban de vacaciones a Ibagué, a Fusagasugá y a Girardot. Su familia fue la mía. Su mamá Gabriela, su cuñado a quien yo decía Papá Parmenio...en fin...Mariela dormia en un cuarto minúsculo detras de la cocina, y cuando su sobrina vino a Bogota a trabajar en la Policìa, construyeron un camarote y ya no dormía ella sola sino las dos. Ese cuarto minusculo me albergo siempre cuando tuve pesadillas. Y tenìa muchas.

Mariela era mi mama. NO recuerdo un amor igual por ningùn miembro de mi familia. Aunque yo adoraba a mi papa, en esa época era un hombre ausente e impredecible, que no siempre cumplia acuerdos que para los niños son indispensables, mas preocupado por las novias que por mi. YA lo perdonè y hasta lo entiendo. Pero eso no le quita un àpice del dolor que me produjo su abandono. Con mayor razòn Mariela era mi mamà.

Mi abuela me educò exactamente como en cien años de soledad criaron a la cachaca para ser princesa. Juro por mis hijos que no exagero. Yo era perfecta y apropiada: vestido almidonado, peinado dolorosamente templado, modales impecables y silencio absoluto, sonrisa permanente y prohibiciòn de portarme como niña. Me consentìa mucho, debo decirlo, y me contaba cuentos y poemas que aun recuerdo...pero su rigidez era sorprendente. Y mi obediencia, mas.

Mariela era mi mamá.

Y un día se enfermó y mi abuela prescindió de sus servicios. Así. Se fue y con ella lo único feliz de la navidad que eran las niñas, con ella la única compañía, y el único sentido de pertenencia por algo. Se fue con el pedazo feliz de una infancia muy jodida. Yo tenía 9 años. Se fue el mismo año que mi papá se caso con Esperanza, y en el cual decidió "desaparecer" por un tiempo porque mi mamá y me abuela le hicieron la vida imposible. No recuerdo una época más dura que el lapso entre que tuve 8 años y por ahi unos 10. Estaba en 4to de primaria. Julie Hunt era mi profesora, y lloraba conmigo todas las semanas. También me reía mucho, me daban unos ataques de risa rarisimos e incontrolables que mis amigos de curso llamaban volcanic eruptions...

A los 10 años me dijeron que Mariela habia muerto. No era cierto, mi papá que habia reaparecido y pedido perdón ganándose el cielo, la buscó hasta encontrarla en una clínica terminal llamada Clínica Bogotá. Como no sabía que yo creía que estaba muerta, al encontrarla me llevó. Pueden imaginar como es saber que tu mama se murio, luego que no y luego ir a verla en tan mal estado. Murió de verdad pocos meses despúes. No se donde esta enterrada.

MAriela era mi mamá. Su familia mi infancia. Las niñas mis hermanas.

Y ayer las volví a ver, por primera vez en 25 años.

A las tres mamas gatas que me leen les recuerdo una vez mas que la infancia es lo más importante de la vida. Lo se. Es lo único que se.

Comentarios

Ivett dijo…
Ohh, que duro lo que cuentas, no pude evitar imaginarte en esa situación y sentir un poquito de tu dolor de ninia. Y estoy de acuerdo contigo, las vivencias de la infancia son de lo más importante para los futuros adultos que serán nuestros hijos.

Saludos.

Por cierto, creo que esta es la primera vez que te escribo aunque te sigo desde hace mucho por que me gusta tu particular estilo de escribir y la manera en que te revelas.
Unknown dijo…
Una de las mas grandes verdades esta descrita aqui "los acuerdos o promesas a los niños, son demasido importantes".
Gracias ani, gracias por recordarnos darle valor a las pequeñas cosas

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