Hay gente que dice que la vida es una guerra. A mi me gustaría pensar que no, aunque a veces, como hoy, me sienta victoriosa. A veces, invitablemente, he salido derrotada. Lo que importa realmente es saber pelear, y como en las artes marciales, solo hacerlo en caso de necesidad y con la certeza de ganar...o morir.
(Espero que Isabel y Diana al leer esto no crean que este post se refiera a ellas, supongo que leeran todo "entre líneas" para descubrir qué siento. No, de ustedes no he escrito nada en este blog, no lo haré, este blog es para recuerdos que valgan la pena; mi estilo es personal e intransferible, nunca con rodeos ni intermediarios. Aclaro porsilasmoscas porque como sé que me leen, no quiero que sigan usando mi espacio familiar en mi contra. Yo escribo lo que yo quiera.)
Me refiero a una intensa conversación en la que por fin, y usando todos mis argumentos, logré un derecho. Ya me había pasado antes, en la UN, me demoré varios años "convenciendo" a la U de que mi situación financiera ameritaba una refinanciación de mi matrícula aún en contra de sus prejuicios puestos en evidencia a través de la fórmula de liquidación. Este derecho, es el derecho a tener una mamá.
Y me suscitó una profunda reflexión sobre lo que implica ser madres. Aunque después de la larga e intensa conversación quedé exhausta, adolorida, y magullada, como en toda batalla... esta vez hubo algo diferente. Esta vez, por primera vez en mis 30 años, fui escuchada. De modos particulares y con voces diversas, la comunicación con mi mamá ha sido siempre un fracaso. Ella, según lo reconcoció ese día, es profundamente egoísta.
Pero nunca he sido mala hija. Más allá de nuestra múltiples peleas, mi brazo a estado ahí para ella, incluso en momentos en los que no parecía concebible...Así que mi derecho era obtener de ella, por fin, algo de reciprocidad, algo de calidez, algo de maternidad.
Y ahí viene el centro del post. Cuando decimos "maternidad" generalmente pensamos en panzas y en crianza de bebés y niños pequeños. Pero la matenidad dura toda la vida. Hasta con hijos adultos, o viejos, la ausencia de una mamá duele y mutila emocionalmente. La ausencia de su empatía o su solidaridad es difícil así nunca se haya tenido. La maternidad, por eso también, es una decisión dificilísima porque implica ser capaz de hacer un cheque en blanco emocional, afectivo, ideológico, político, ético, económico, artístico, alimenticio (entre otros) hacia una persona que no conoces y que estará en tu vida para siempre. Y para eso, primero que cualquier otra cosa, se necesita inmensa generosidad. A priori y sin posibilidad de reembolso.
(Espero que Isabel y Diana al leer esto no crean que este post se refiera a ellas, supongo que leeran todo "entre líneas" para descubrir qué siento. No, de ustedes no he escrito nada en este blog, no lo haré, este blog es para recuerdos que valgan la pena; mi estilo es personal e intransferible, nunca con rodeos ni intermediarios. Aclaro porsilasmoscas porque como sé que me leen, no quiero que sigan usando mi espacio familiar en mi contra. Yo escribo lo que yo quiera.)
Me refiero a una intensa conversación en la que por fin, y usando todos mis argumentos, logré un derecho. Ya me había pasado antes, en la UN, me demoré varios años "convenciendo" a la U de que mi situación financiera ameritaba una refinanciación de mi matrícula aún en contra de sus prejuicios puestos en evidencia a través de la fórmula de liquidación. Este derecho, es el derecho a tener una mamá.
Y me suscitó una profunda reflexión sobre lo que implica ser madres. Aunque después de la larga e intensa conversación quedé exhausta, adolorida, y magullada, como en toda batalla... esta vez hubo algo diferente. Esta vez, por primera vez en mis 30 años, fui escuchada. De modos particulares y con voces diversas, la comunicación con mi mamá ha sido siempre un fracaso. Ella, según lo reconcoció ese día, es profundamente egoísta.
Pero nunca he sido mala hija. Más allá de nuestra múltiples peleas, mi brazo a estado ahí para ella, incluso en momentos en los que no parecía concebible...Así que mi derecho era obtener de ella, por fin, algo de reciprocidad, algo de calidez, algo de maternidad.
Y ahí viene el centro del post. Cuando decimos "maternidad" generalmente pensamos en panzas y en crianza de bebés y niños pequeños. Pero la matenidad dura toda la vida. Hasta con hijos adultos, o viejos, la ausencia de una mamá duele y mutila emocionalmente. La ausencia de su empatía o su solidaridad es difícil así nunca se haya tenido. La maternidad, por eso también, es una decisión dificilísima porque implica ser capaz de hacer un cheque en blanco emocional, afectivo, ideológico, político, ético, económico, artístico, alimenticio (entre otros) hacia una persona que no conoces y que estará en tu vida para siempre. Y para eso, primero que cualquier otra cosa, se necesita inmensa generosidad. A priori y sin posibilidad de reembolso.
Comentarios
Ella es una visita, una visita linda generosa, amable, pero una visita