Vivo en un cuento extraño. Me cuesta trabajo entender cómo se habita el planeta en el que ya debía ser yo experta. Hablemos de "valores", tema tembloroso y tambaleante, pero parte esencial de la crianza. Finalmente, todos hablamos de los valores...y algunos no hablamos de ellos sino que los ponemos en práctica. Eso no es nada fácil.
Tengo una personalidad difícil y una reputación de una dureza mucho mayor de la que realmente siento y tengo. La razón parece una locura pero es muy sencilla: digo lo que pienso. En otra época de mi vida, hubiera dicho "digo la verdad", ahora sé que no es así: es "digo mi verdad". Pero en un mundo con tantos juegos bajo la mesa, tantos planes B, C, D, y F ocultos, decir, sin tapujos, es la agresión más fuerte que pueda recibir un otro. Aún no entiendo por qué.
Todos hacemos cosas todo el tiempo que son vistas por los demás de modos distintos, pero no nos gusta oir como lo ven los demás cuando no les gusta. Nos sentimos agredidos. Como si el planeta debiera existir en un tácito consenso en el que todos pensamos lo mismo y todos somos iguales.
Vamos por partes. Este blog es muy diciente. En él salgo yo. Sin entretextos, sin verdades a medias, reconociendo lo bonito y lo feo de mi vida, porque creo que es normal que todas las vidas del mundo tengan cosas feas. Escribo lo que más puedo de mis hijos, del proceso desescolarizador en el que participamos, aprendiendo gozosamente, a veces, dolorosamente, otras, juntos. Es fácil para un lector entrar y ver cómo ha cambiado mi vida, por circunstancias, las cosas que hacemos juntos. Aquí lo he dicho todo, siempre; aún cuando sé que otros me lean y puedan usar en contra mía la información. En él claramente ha ido bajando la presencia de mis hijos y ha ido aumentando la reflexión introspectiva sobre mí misma en relación con ellos y con la maternidad, ah y con la feminidad. Yo, por ahora soy la gestora logística de una vida que hasta hace solo 2 años vivía con mis chicos, y que hoy solo puedo ver como espectadora...pero estoy trabajando duro por cambiarlo lo más pronto posible. Ojalá antes de que crezcan. Si no, mi consuelo será y lo he hablado varias veces con Rosario, dejará dispuesto algo para mis nietos, para que mis hijos tengan si quieren una paternidad y una maternidad mas tranquila.
Epa! Ese es el punto! Lo "difícil" que soy es en realidad lo difícil que es para mi lo que la gente llama "matizar". Por ejemplo, dejar de ser categórico cuando se habla. O callar a veces para no contrariar. O ignorar y no defenderse cuando otro te ataca. He aprendido a hacer las tres cada vez más, pero no a gusto...porque simplemente no lo entiendo:
No me gusta la hipocresía. Y decir una cosas cuando se piensa otra es hipócrita. Callar una verdad, lo es también. He sufrido mucha hipocresía de la gente más cercana. Mucha. Por eso, entiendo como un acto de amor fervoroso decir la verdad sobre lo que pienso del otro AL otro, y no a los demás.
Tampoco me gusta lo que la gente llama "buena educación". Bien educado el que saluda, calla y obedece, con cabecita gacha y sonrisa. Mal educado el que "contesta" (se acuerdan..."¡no me conteste!"), el que no da la mano cuando no le parece que la persona que la da no es digna, mal educado el que defiende su punto de vista y desobedece una orden cuando no es justa. Mal educado el que no calla para no otorgar. Yo, lastimosamente no soy suave, se me interpreta demasiado fácil como mal educada, pero creo que me falta a veces es cortesía (fiuf, eso lo puedo mejorar), porque mi educación considero es de la mejor: es estricta en UNA SOLA COSA: la búsqueda de la coherencia. Imposible de lograr, pero necesaria como principio ético: pensar, decir, actuar parecido...lo más parecido posible.
No me gusta la gente desapasionada. No me gusta la gente que no le tiene fe a nada, ni siquiera a sí misma. La que no cree. Creer es función de poder. Las aguas tibias me dan miedo, causan mucho dolor.
No me gustan los que no luchan por cambiar las cosas. Los que se quedan en que como nadie más lo ha hecho, nunca ha sucedido, o no se ha podido, no se pueda intentar. No me gustan los que no intentan hasta que les sangran las manos. Los que cuando se dan por vencidos, están malheridos, maltrechos y sudados... empiezan a pensar en una forma nueva de volver a intentar...
Pero los que mayor desprecio (perdón, de nuevo por la dureza) me causan son los buenos. Habrá de esos? O será doble moral pura y simple? Fácil sentirse bueno regalando baratijas de 3 pesos en diciembre a los niños del semáforo, mientras se le paga menos del mínimo a la muchacha de servicio que los atiende, los cuida y sí....los quiere? Los buenos que se dicen así son los que ven la viga en el ojo ajeno y se echan lagrimitas en el propio.
Odio que la gente use la palabra "respeto" porque he descubierto que los que la usan con frecuencia, casi nunca saben qué significa. Inténtenlo, pregúntenlo. Y verán que el respeto siempre está asociado a otra cosa...y si para cada quien es "respeto"...entonces, cómo puede ser un valor que todos entendamos?
En cambio me encanta, por oposición la pasión, el apasionamiento. Me encanta que la gente se comprometa y que se olvide de sí misma por lograr lo que sea que quiere lograr. Espero ser considerada solidaria con quienes me rodean, me importa la gratitud honesta como una parte de la vida. Sobre todo agradezco enormemente la gente que es capaz de PEDIR PERDÓN, y la gente que es verdaderamente capaz de PERDONAR. Últimamente me ha funcionado mucho habitar los zapatos de los demás, ponerme en su lugar, para tratar de comprender. Aunque nunca se logra del todo, funciona para ser un poco más suaves con el prójimo. Son difíciles ambas....pero sanan, sanan tanto! Valoro la fuerza del cuerpo, valoro la amistad, me encanta enamorarme de múltiples maneras. Amo con todas mis fuerzas la particularidad, la diferencia. Me enriquece. Me considero resiliente porque siempre me comparo, cuando estoy en problemas, con quienes están en mucho peores problemas y eso me da valentía para seguir. En fin, agradezco enormemente a la gente que me trata con verdad, que me dice lo que piensa y que si hiero, es capaz de detenerme y decirme con precisión qué le hice. Tantas veces herimos sin saber...simplemente no habitamos el cuerpo del otro.
En fin esos son mis valores. Los que gústennos o no, transmitiré a mis hijos mucho menos con la palabra que con la acción. Ellos nos copian, eso es una virtud y una condena. Y al que le guste, bien, y al que no...podría explicarme bien qué es lo que podemos hacer para remediarlo?
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