La vida cambia de nuevo, da vueltas. Nosotros, por alguna ventaja del destino, nos adaptamos a lo que venga. Vamos a cambiarnos de barrio. Estamos contentos y , lo reconozco, un poco asustada yo. Bueno, es que vivir en Cartagena la de verdad, la no turística, comporta un cambio cultural completo--complejo-- que la zona turística, digamos, modera. Me cambiaré al corazón de la Cartagena de verdad. A una casa de esas con terraza enrejada para poner las mecedoras después de 4pm para coger fresco. Volveremos a echar raíces en otro lado. Este cambio es para oxigenarnos un poco, quedar más cerca a todo, para tener más amigos que en un edificio no son tan posibles. Añoramos y esperamos encontrar vida de barrio. Vida de barrio. Nuestra casa tiene en el frente un techito donde podemos vender galletas y gelatina al que pase, hacernos amigos. Esa es la idea. Ojalá podamos. La casa nos permite jugar a criar y jugar a trabajar en un mismo espacio, sin que R&R pierdan sus intimidades. Vamos a aprender competencias revolucionarias, como hidrponía, baños secos generadores de metano y lombricultura. Nos toca. Porque nos vamos a volver expertos en enseñar eso a través de FEM. Tenemos un patiecito que vamos a volver en granja y laboratorio, y migraremos a un modelo de cuarto para cada uno que a no será de cuarto compartido.
Perderemos la vista hermosa desde e piso 15 hacia el mar y la ciudad antigua. Perderemos la brisa. Y lo que ganaremos, no sabemos aún pero sabemos que cada cambio trae novedad, miedito y felicidad...
Yo ya siento las mariposas...
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