Solemos celebrar el día de la madre con los hijos. Pero qué sin ellos, ¿cómo se "celebra" sin la razón de la celebración?
El lugar común es por supuesto, pensar que la única celebración posible era estar con mis hijos. Me agoto y me culpo cuando aparecen esas ideas. Solo he estado sin ellos 3 semanas...no es como si no los hubiera vuelto a ver...Estaba triste, como rabiosa desde el viernes. Cansada de mi misma, de gastarle tanta energía a cosas que no valen la pena, o que si la valen, no son tan importantes como Rosario y Rodrigo. Confundida. No se por qué explico tanto, la palabra ya la escribí: agotada.
Ni siquiera podía bailar. Aquí mi desahogo es el baile, como lo saben muy bien quienes me conocen...y que no haya salido describe bien cómo me sentía.
Pero como tengo la fortuna de haber nacido resiliente, ayer amanecí temprano y como a las 6 am estaba en la oficina. Sí, trabajar es una forma de anestesia. Y al medio día llegué a mi casa a no almorzar, no había nada...No cociné y salí al barrio chino a resolver un problema ajeno; una condición estructural cartagenera en la cual los líderes piensan en la preservación de sus propios privilegios, aun a pesar de los beneficios reales que pueda obtener a cambio su comunidad. Como era pelea de quijote contra molino, la perdí.
Y a las 2 de la tarde de ayer empezó el día de hoy. Cansada, asoleada, con mucha sed y mucho calor, pero con compañía decidimos ir a la playa...a ver si el mar nos quitaba los dolores. Conmigo, los dos personajes que me acompañaban, me devolvieron despacito la fuerza. Uno, pequeñito, obstinado en asegurarse de que yo supiera que él mandaba. Cogerle la manito me hizo recordar la de Rodrigo, fue como un golpe de electricidad, de amor universal por todos los niños del mundo. Cuando le hice cosquillas en el taxi, recordé lo que me produce la risa de mis hijos, pero también recordé lo importante que es hacer felices a todos los niños, a todos, no importa donde ni de quién son. Amarlos y hacerlos reir porque nos devuelven la fuerza de luchar por este desvencijado planeta. Sus ojitos brillantes, su racionalidad definitiva, me conquistaron. De golpe, me recordaron el profundo orgullo y la certeza que me produce ser madre...en un mundo de incertidumbre saberse algo en la vida con certeza es un descanso, no les parece?
El otro acompañante es un soplo de aire fresco. Adoro sus besos. Es un actor mentiroso, y divertido. Me encanta así. Así me hace feliz.
Y fuimos a la Boquilla.
En ese lugar tengo un refugio. Una casa como son mis verdaderas casas. Abierta. Sin distingos de género, raza, clase, o posición social. Sin tabúes. Sin prejuicios. Amorosa con todo el que llega: con la anciana, con el perro cojo, con el gato perezoso, con la tortuga lenta, con la politóloga vacía. De esas casas conozco tres, y mi fortuna mayor es que sean todas mías: la de Ana en Medellín, la de Libia en la Boquilla, la mía en Cartagena.
Jugamos en el mar, me congelé con la brisa, tomamos chocolate, y en la terraza bellísima de la casa vimos un OVNI. Un destello brillante y consistente que parecía estrella pero comenzó a moverse, se detuvo sobre nosotros, cambió de amarillo a blanco y de vuelta a amarillo casi imperceptiblemente, y siguió su recorrido en línea recta hacia el norte. Todos lo vimos. No habíamos tomado sino dos costeñitas...y en el chocolate, ¡lo juro!, no había nada. Antes de desaparecer en el cielo, como si quisiera demostrarnos lo que no era, se acercó mucho a un avión, cuya luz al lado de ésta se veía como una tontería. Y el vuelo era también distinto. Por definición, era un Objeto Volador No Identificado. No se qué cuernos era pero me dio emoción. Habia oído miles de historias pero no tenía una propia...si antes creían que estaba loca, ahora seguro creen que estoy frita.
En fin, mis compañeros siguieron su camino y yo me quedé a dormir.
A las 420am me levanté, le había pedido a Libia que me despertara para salir a caminar por la playa. A las 430 tomábamos un tinto de mujeres. La conversación con Libia siempre es como un bálsamo de realidad, amor y reto. Me gusta pensar que Libia y yo somos la misma persona con la fortuna de poder conversar desde dos tiempos diferentes, desde dos momentos de la vida, con sus experiencias y experticias particulares. Salimos a caminar cuando apenas despuntaban colores más azules en el cielo.
Conversación, pasos, conversación. Como Momo pero con olas. Y con la Luna, llena, redonda, creando una estela (Andrés me dijo hoy cómo se llamaba pero se me olvidó). Y llegamos a la ciénaga que estaba llena de pájaros y de esa belleza extraña que la caracteriza. Es a la vez muy pobre y muy estético. Es una experiencia intensamente estética: el agua llena de garzas que se alborotan con los bichitos de la superficie, y el reflejo del que aún no es sol...y la luna atrás desdibujándose con la luz del otro.
Y hubo un instante. Un instante perfecto en el que se borró del todo el horizonte y el azul del mar y el del cielo se mezclaron, idénticos. Corrimos hacia el agua...era nadar en el cielo... suena todo lo cursi que quieran, pero era verdad. Era como estar metidos en el cielo con la luna...visualmente mis ojos no podían diferenciar el fin del agua y el comienzo del aire. Era imposible. Libia no tenía vestido de baño así que se desnudó. Era tan intenso. Me acordé de algo parecido en el Valle de Cocora.
Después de algo así como una hora de conversación, volvimos a caminar. Luego volvimos a entrar al agua. Luego con un hambre intensa volvimos a la casa, donde todo ya ebullía de actividad. Elvira (no se por qué, tal vez porque las mujeres hacemos de todo lo que queremos nuestro, de mil maneras diferentes) barría. Invité al desayuno. Libia lo hizo para todos incluyendo otra vecina, Clara.
Luego, sororo. Mucha conversación sobre cómo somos las mujeres, las madres, las amantes. Mucho sororo. Mucho sueño conjunto. Poco hombre aunque Armando, Juan y "Carechimba" entraban y salían, a veces asustados, a veces felices, a veces atacados, a veces aburridos, de nuestra retahíla.
Cuando volvió a hacer hambre nos subimos a una pickup y corrimos al sancocho del otro sororo, el comunitario. Sancocho y camarones recién pescados. Y Kola Román. debajo de una enramadita de palma, compartiéndolo todo, sin tener nada. A veces me veo, así descomplicada entre gente tan diversa, 7 mujeres negras boquilleras, 2 "blancas" boquilleras, la caleña, la niña de ciudad cartagenera, miles de niñas y de niños de todos los colores, y adoro mi vida. Adoro poder estar donde me pongan. Si es con el rey, no me confundo con los cubiertos. Si es con el mendigo no me ofuscan sus olores. No prefiero, no temo. Gracias....celebro la vida. Eso es todo un privilegio que me da la vida y que es mío, mío, mío. Por ser hija de quienes soy hija, padre y madre, y nieta de quien soy nieta, abuelos y abuelas y bisabuelos y bisabuelas. En mi confluyen tantos mundos que a veces, como hoy, me siento a reventar de privilegios y de razones para vivir. ¿Qué otra cosa puedo regalarle a mis hijos?
Para terminar...llegué a un ensayo de mi grupo del que les he hablado y habían cancelado pero nadie se pudo comunicar conmigo. Pero no importó! Los músicos iban a una fiesta y me invitaron a oirlos tocar champeta en vivo, en plena mitad de una celebración de día de la madre cartagenera. Que ventana al mundo interno de una casa. Como era desconocida, nadie me veía. Y yo podía gozar mi anonimato. Cuando Don Rafa, mi taxista, como siempre, me recogió, no pude evitar sentir algo de tristeza. Y me llevó a alegrar a Mireya, a conocer a una mujer que él (Don Rafa que me recoge y me lleva a todos lados, como un cómplice perenne) insiste, soy yo quien debe reparar, porque tengo mucha felicidad para dar.
Tengo la fortuna de contar esto en libertad y sin culpas por estar lejos de mis chiquitos. Mis hijos estuvieron hoy donde yo no podía, pero donde tenían que estar. Estuvieron con mi mamá y sobre todo con mi abuela, quien mucho los necesita y con quienes desafortunadamente yo no puedo compartir estos niveles de alegría. No los entienden. Pero sí puedo compartir con ellas lo que para ellas es importante, y son Rose y Rodri, mis ángeles, que no por estar un poquito lejos dudan en absoluto de que los amo con mi alma y que trabajo (en todos los sentidos) todos los días para que ser mejor me haga ser con ellos la mamá y la mujer más feliz del mundo.
Comentarios
Me transporté... Siento como si ese día hubiese estado contigo.
WoW!!! ME ENCANTÓ!!!
Aunque es difícil decirlo, esta es mi favorita...