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Entrada polémica

Sé que esta entrada generará ampolla en quienes crean que estoy generalizando. No lo haré, porque conozco muchas excepciones de lo que voy a decir. Pero sí voy a decir que en la mayoría de los casos que conozco he podido hacer observaciones similares a esta. No juzgo ni me gusta ser juzgada, espero sea tomado constructiva y reflexivamente este comentario.

Creo que el peor problema de subdesarrollo en el caribe lo genera la desesperanza. L@s costeñ@s se han visto obligados a crecer y educarse en un ambiente político hostil, un clima difícil y una pobreza generalizada. Su conformación racial es diversa pero fue negada por tantos años que hoy con naturalidad un negro cartagenero puede decir "es negro, pero es simpático" sin darse cuenta. La sensación de no poder es la regla, y fue extinguiendo la voluntad de poder que nos caracteriza a los humanos. Y el poder se asoció con el cargo, el ingreso y la política, y no con lo que es: la conjugación del verbo YO PUEDO.

L@s costeñ@s son gente orgullosa, trabajadora y honesta. Muy sagaces, a algunos les ha tocado convertirse en avivatos para lograr lo que se proponen, ya que los conductos regulares poco o nada funcionan. Los que los usamos, lo hacemos por la convicción de hacerlo, y ya reconozco que hasta a mime encantaría haberme ahorrado la fila de 5 horas en el tránsito pagando los 70000 pesos para que me trajeran la licencia a la casa. Afortunadamente no lo hice. Aún no he perdido la esperanza.

Ahí está el meollo del asunto. Las instituciones algún día TIENEN que funcionarnos. Igual que las organizaciones: empresas, movimientos sociales, grupos, asociaciones. No tienen que ser corruptas y abusivas para el resto de la vida. PODEMOS CAMBIARLAS. Pero las instituciones y las organizaciones están hechas de PERSONAS. Y las personas, necesitan un poco de reconocimiento, de amorcito que les demuestre que CREEMOS EN ELLAS, que sí se puede.

Detallo. He concluido a partir de algunas experiencias dolorosas en lo personal que aquí las personas están atrapadas en un círculo vicioso. Casi nadie cumple los acuerdos. Y no los cumplen porque no se les cumplen. Pero peor, casi nadie cree que es suficientemente importante como para que otro le cumpla. La palabra dada es todavía asumida con dudas en una lógica de "por qué habría de hacer esta persona esto o aquello, por mi". Las personas aquí no se quieren los suficiente como para exigirle a otro que los dote de importancia. Y por ende, tampoco dotan a nadie de importancia porque nadie se los pide: ni su mujer, ni sus hijos, ni la organización... sólo la empresa exige algo, pero paga. Entonces sí.

Y llega Ana. Y se estrella. Ella exige porque da como exige. Le cumple a la gente promesas inmensas que les hace, hasta de amores eternos que aún son. Espera que los demás sean como ella. Pero no. Los demás no saben cómo digerir la confianza de un otro como yo. Que los llena de responsabilidades que nunca han asumido y de una forma de amor que desconocen. Y Ana se siente traicionada cuando no le cumplen, porque se siente lo suficientemente importante, porque también se ha esforzado y no entiende qué hace que la gente se comporte así, aquí. Y Ana se defiende, se enoja, toma personal la falla, porque lo es. Por que incumplir la palabra es una forma de mentir, de engañarme, en la persona que soy, en la confianza que pongo en otros de que podrán simplemente hacer lo que dicen. O INTENTARLO.

Esta conclusión es liberadora.


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