Ayer alguien murió, no importa quien. Asistir a un entierro, con sus ceremonias de dolor y sus reiteraciones es, además de tedioso, muy edificante. Lo pone a uno a pensar y observar. Le recuerda a uno que uno también se va a morir.
Para los niños la muerte es algo que los adultos no entendemos. Por ejemplo, Rosario ha dicho varias veces "ay pobre" cuando uno le dice que se muere alguien (muchas veces no recuerda bien la referencia de quien muere sino por un regalito que le dio hace un año, o algo así), pero hoy ante el noticiero de la mañana en que recordaron dos víctimas dijo: "menos mal que solo fueron dos. Dos no importa, no ma?" Y yo le dije como la adulta que soy (¿qué habrá pasado con mis otras múltiples edades?) "no miamor, cualquier vida importa, así sea una, así suene "poquito". Me acordé del dolor que causa una sola muerte. Una sola desgarra a varios miembros de una familia, los exprime de ausencia, de desesperación. Rosario ha visto morir múltiples palomas y ratoncitos a manos de nuestro gato, Gota; ha sufrido con lágrimas el haber asesinado a un caracol con su zapato, sin querer; ha visto morir a dos de sus gatos y a una camada de gatitos recién nacidos; pero también ha dicho "mátala!", refiriéndose a una araña.
Algo dentro de mi se rehusa a que mi hija vea a un muerto, ya sea en la calle o en un féretro. NO la llevo a funerarias. Simplemente no me gusta, tampoco sé por que.
¡¿Qué cuernos será para ella la muerte!?
A veces, Rosario se preocupa por el día en que muera Nana, su bisabuela, a quien adora.
Yo recuerdo la muerte desde muy pequeña, como un abandono sin razones.
Pero también hay otras muertes. Unas, las mejores, las muertes alegres. Las que, en la compañía de los seres queridos, llegan como un soplo de esperanza. Las que no producen dolor sino sosiego.
¿Será que el dolor estridente de la muerte inesperada tiene algo que ver con la culpa? Tal vez sea que a los demás se les quedaron tantas palabras para el muerto, tantas cosas que no se dijeron y se dejaron para después, tantos insultos que, esos sí, llegaron de inmediato.
(Paréntesis: que horrible que en las funerarias la gente charle, se fume los mil cigarrillos, se encuentre, se ría...no sé qué espero de eso, tal vez una demostración de respeto, no sé, pero me parece desgraciadísimo. Y entre más rico el muerto, es peor el coctel mortuorio.)
El punto es, como dijo alguien que no me acuerdo, "en vida, hermano, en vida". Cuando el cura hablaba ayer del cielo, con tanta certeza de encontrarlo, yo me preocupé porque qué pereza no tener tal tranquilidad. Eso del reino perfecto donde todos nos vamos a encontrar suena bonito pero siempre me ha hecho dudar sobre quiénes se encuentran, qué edad tienen cuando lo hacen, dónde caben, en fin...mi típica pragmática de la vida, en la muerte.
Me hubiera gustado acercarme más a vos, Edda, pero no lo hice. En vida, debí hacerlo, en vida.
Para los niños la muerte es algo que los adultos no entendemos. Por ejemplo, Rosario ha dicho varias veces "ay pobre" cuando uno le dice que se muere alguien (muchas veces no recuerda bien la referencia de quien muere sino por un regalito que le dio hace un año, o algo así), pero hoy ante el noticiero de la mañana en que recordaron dos víctimas dijo: "menos mal que solo fueron dos. Dos no importa, no ma?" Y yo le dije como la adulta que soy (¿qué habrá pasado con mis otras múltiples edades?) "no miamor, cualquier vida importa, así sea una, así suene "poquito". Me acordé del dolor que causa una sola muerte. Una sola desgarra a varios miembros de una familia, los exprime de ausencia, de desesperación. Rosario ha visto morir múltiples palomas y ratoncitos a manos de nuestro gato, Gota; ha sufrido con lágrimas el haber asesinado a un caracol con su zapato, sin querer; ha visto morir a dos de sus gatos y a una camada de gatitos recién nacidos; pero también ha dicho "mátala!", refiriéndose a una araña.
Algo dentro de mi se rehusa a que mi hija vea a un muerto, ya sea en la calle o en un féretro. NO la llevo a funerarias. Simplemente no me gusta, tampoco sé por que.
¡¿Qué cuernos será para ella la muerte!?
A veces, Rosario se preocupa por el día en que muera Nana, su bisabuela, a quien adora.
Yo recuerdo la muerte desde muy pequeña, como un abandono sin razones.
Pero también hay otras muertes. Unas, las mejores, las muertes alegres. Las que, en la compañía de los seres queridos, llegan como un soplo de esperanza. Las que no producen dolor sino sosiego.
¿Será que el dolor estridente de la muerte inesperada tiene algo que ver con la culpa? Tal vez sea que a los demás se les quedaron tantas palabras para el muerto, tantas cosas que no se dijeron y se dejaron para después, tantos insultos que, esos sí, llegaron de inmediato.
(Paréntesis: que horrible que en las funerarias la gente charle, se fume los mil cigarrillos, se encuentre, se ría...no sé qué espero de eso, tal vez una demostración de respeto, no sé, pero me parece desgraciadísimo. Y entre más rico el muerto, es peor el coctel mortuorio.)
El punto es, como dijo alguien que no me acuerdo, "en vida, hermano, en vida". Cuando el cura hablaba ayer del cielo, con tanta certeza de encontrarlo, yo me preocupé porque qué pereza no tener tal tranquilidad. Eso del reino perfecto donde todos nos vamos a encontrar suena bonito pero siempre me ha hecho dudar sobre quiénes se encuentran, qué edad tienen cuando lo hacen, dónde caben, en fin...mi típica pragmática de la vida, en la muerte.
Me hubiera gustado acercarme más a vos, Edda, pero no lo hice. En vida, debí hacerlo, en vida.
Comentarios
Si puedo sugerirles dos cosas:
a) El trabajo de Fidel Morales y la Bioenergética.
b) Los talleres de AVP.
c) Inscribir a los niños en una escuela de artes marciales, con el objetivo en mente de que aprendan simplemente a conocer su cuerpo.
Del resto,
uds. tienen mucha tinta por donde elegir.
Y para finalizar,
miren este site, por favor:
www.aliveandwell.org
Otras verdades sobre el VIH.
¡Suerte!