Hablar de privilegios es un tanto extraño, porque son relativos. Es decir que no para todos significa lo mismo tener exclusividad en el acceso a algo. Como siempre en este blog, hablaré de mi.
Es fácil pensar de los privilegios como el dinero, la educación de calidad, la salud prepagada, la primera clase del avión, el tiquete VIP en el concierto. Tenemos posiciones privilegiadas cuando tenemos acceso a aquello que los demás no, como la moda, la tecnología, el barrio, el club. A esta definición de privilegio la llamamos "status". Y de alguna forma hemos convertido el status en algo a lo que aspiramos, algo que queremos, y así...."es que ud. no sabe quién soy yo"?
Pero hay otro grupo de privilegios gigantesco que me tomó casi 40 años poder poner en palabras. Intuir algunos es relativamente fácil, pero tomarlos como privilegios no tanto. Es otro ejemplo más de dar por hecho como si nos mereciéramos la suerte que tenemos.
Durante más de 10 años he trabajado con comunidades, sobre todo con mujeres, me he dado cuenta de muchas cosas sobre la cotidianidad de las personas. Siempre pensé por ejemplo, lo resilientes que son las mujeres pobres, quienes invariablemente cuentan historias de dificultad, desplazamiento, hostigamiento y violencia, pero también, casi sin excepción, se muestran optimistas, fuertes y sonrientes. Las mujeres nos podemos comunicar de maneras muy especiales y logramos hacer empatía porque compartimos dolores comunes como el comportamiento de los hombres, las dificultades financieras, los partos, las invisibilidades.
Pero durante lo últimos meses de mi vida he estado muy cerca al mundo de los otros, los hombres. Viéndolos por una ventanita de la cual hablare, tal vez en otro post. Ha sido una experiencia interesante que abrió los ojos de mi percepción en una dirección distinta, que es la que realmente motiva esta entrada. Ahora he visto otro nivel de privilegios que he tenido aun en medio de todas mis dificultades.
He tenido el privilegio de expresar mi opinión con menos restricciones que la mayoría de los colombianos, y en la mayoría de los casos, estas restricciones me las he impuesto yo misma. Algunas veces me las impuso mi familia. Otras mis maestros, y unas pocas la situación política del país o la seguridad.
He tenido el privilegio de escuchar a mi papá decirme que me quiere.
He tenido el privilegio de que se me haya celebrado de muchs maneras posibles y cada uno de los años de mi vida, un cumpleaños.
He tenido el privilegio de asumir una postura crítica frente a lo que no me gusta y tomar decisiones para poder actuar en consecuencia y cambiar la realidad que no me gusta.
He tenido el privilegio de asociar, en algunas de mis relaciones, sexo con amor y, en otras, sexo con placer. Pero nunca sexo con dolor o con obligación.
He tenido el privilegio de decidir con quién tener mis hijos, y cuándo.
He tenido el privilegio de conocer mis apellidos y las historias de mi familia en mas de 3 generaciones, no por abolengos, sino por memoria.
He tenido el privilegio de vivir en casas propias o con contratos de arrendamiento toda mi vida.
He tenido el privilegio de decidir mi estética, mis prioridades, mis sueños.
He tenido el privilegio de conocer la amistad verdadera, el amor duradero, el compromiso de las personas para conmigo, y la reciprocidad.
He tenido el privilegio de expresar mi amor en palabras y en hechos.
He tenido el privilegio de ser perdonada cuando me equivoco.
HE tenido el privilegio de expresar rabia, ternura y asombro y de entender la diferencia. Y de entender cómo el amor tiene que ver con lo positivo y lo negativo, y que somos humanos.
He tenido el privilegio de que me han querido bonito, dándome amor de formas diferentes, atención y comprensión. He sido bien querida.
Yo se que a muchos nos les suena esto como privilegio, porque estamos muy mediados por la definición que expuse al principio de la relacion privilegio con status. Estas cosas no dan status. Dan integridad. Y desafortundamente aún tenemos un país donde la integridad es un privilegio.
Es fácil pensar de los privilegios como el dinero, la educación de calidad, la salud prepagada, la primera clase del avión, el tiquete VIP en el concierto. Tenemos posiciones privilegiadas cuando tenemos acceso a aquello que los demás no, como la moda, la tecnología, el barrio, el club. A esta definición de privilegio la llamamos "status". Y de alguna forma hemos convertido el status en algo a lo que aspiramos, algo que queremos, y así...."es que ud. no sabe quién soy yo"?
Pero hay otro grupo de privilegios gigantesco que me tomó casi 40 años poder poner en palabras. Intuir algunos es relativamente fácil, pero tomarlos como privilegios no tanto. Es otro ejemplo más de dar por hecho como si nos mereciéramos la suerte que tenemos.
Durante más de 10 años he trabajado con comunidades, sobre todo con mujeres, me he dado cuenta de muchas cosas sobre la cotidianidad de las personas. Siempre pensé por ejemplo, lo resilientes que son las mujeres pobres, quienes invariablemente cuentan historias de dificultad, desplazamiento, hostigamiento y violencia, pero también, casi sin excepción, se muestran optimistas, fuertes y sonrientes. Las mujeres nos podemos comunicar de maneras muy especiales y logramos hacer empatía porque compartimos dolores comunes como el comportamiento de los hombres, las dificultades financieras, los partos, las invisibilidades.
Pero durante lo últimos meses de mi vida he estado muy cerca al mundo de los otros, los hombres. Viéndolos por una ventanita de la cual hablare, tal vez en otro post. Ha sido una experiencia interesante que abrió los ojos de mi percepción en una dirección distinta, que es la que realmente motiva esta entrada. Ahora he visto otro nivel de privilegios que he tenido aun en medio de todas mis dificultades.
He tenido el privilegio de expresar mi opinión con menos restricciones que la mayoría de los colombianos, y en la mayoría de los casos, estas restricciones me las he impuesto yo misma. Algunas veces me las impuso mi familia. Otras mis maestros, y unas pocas la situación política del país o la seguridad.
He tenido el privilegio de escuchar a mi papá decirme que me quiere.
He tenido el privilegio de que se me haya celebrado de muchs maneras posibles y cada uno de los años de mi vida, un cumpleaños.
He tenido el privilegio de asumir una postura crítica frente a lo que no me gusta y tomar decisiones para poder actuar en consecuencia y cambiar la realidad que no me gusta.
He tenido el privilegio de asociar, en algunas de mis relaciones, sexo con amor y, en otras, sexo con placer. Pero nunca sexo con dolor o con obligación.
He tenido el privilegio de decidir con quién tener mis hijos, y cuándo.
He tenido el privilegio de conocer mis apellidos y las historias de mi familia en mas de 3 generaciones, no por abolengos, sino por memoria.
He tenido el privilegio de vivir en casas propias o con contratos de arrendamiento toda mi vida.
He tenido el privilegio de decidir mi estética, mis prioridades, mis sueños.
He tenido el privilegio de conocer la amistad verdadera, el amor duradero, el compromiso de las personas para conmigo, y la reciprocidad.
He tenido el privilegio de expresar mi amor en palabras y en hechos.
He tenido el privilegio de ser perdonada cuando me equivoco.
HE tenido el privilegio de expresar rabia, ternura y asombro y de entender la diferencia. Y de entender cómo el amor tiene que ver con lo positivo y lo negativo, y que somos humanos.
He tenido el privilegio de que me han querido bonito, dándome amor de formas diferentes, atención y comprensión. He sido bien querida.
Yo se que a muchos nos les suena esto como privilegio, porque estamos muy mediados por la definición que expuse al principio de la relacion privilegio con status. Estas cosas no dan status. Dan integridad. Y desafortundamente aún tenemos un país donde la integridad es un privilegio.
Comentarios
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Un abrazo