Me excuso conmigo y con mis lector@s por la ausencia. Ando toda feliz, y todo está fluyendo: me mudé. Solo eso. Y todo eso. Mi reflexión más fuerte de estos días ha sido el valor del territorio. Trabajo en eso, con las comunidades, defendiendo territorios colectivos. Pero estos días han sido epifánicos para mi en términos de los territorios nuestros, los que nos habitan para hacernos como somos. Pasé de un nomadismo obligado y frustrante en donde me atrapó el tiempo, a una estabilidad armoniosa y rápida. Me tomo 4 días hacer una casa con cuadros, lamparas, decoraciones, flores y frutero. Ha sido un momento tan próligo y prolífico que hasta nuestra gatita Leia parió 5 gatitos.
Y he pensado y sentido profundamente los dolores ajenos: de los desplazados por la violencia, de los damnificados por los inviernos, de los embargados que pierden la casa. He sentido la alegría de mi casa, la MIA, en la que todo se hace con mis reglas, y por supuesto, las de los chicos. He sentido una intensa paz de saber que cada cosa tiene un lugar, y he podido contrastarla con la desesperación de los meses previos en los que no quería ni quedarme allí en los fines de semana...no quería estar en un espacio obligado y ajeno...
Y he concluido que la casa de alguien, el lugar que considera su hogar es indispensable para la estabilidad emocional. Aún los nómadas voluntarios de los que pasan frecuentemente por nuestro barrio en Getsemaní han decidido que su hogar es su vehículo, y lo hacen propio. El humano crea territorio y ese territorio lo habita. Sin ese territorio no es la persona correcta, no encuentra paz, no se tranquiliza, no se sana, no se entiende.
Somos nuestro hogar. Y le doy miles de gracias a la vida porque siempre lo supe pero lo había olvidado, y a veces no tener es la mejor forma de valorar. Fui muy infeliz durante estos meses, no sabía que tanto. Mi carga energética se modificó tanto que hasta me enfermé. Y todos nos volvimos tóxicos. Ahora tenemos de nuevo una casita pequeñita y coqueta que compartir con todos. Cuando quieran parar por aquí, por favor háganlo. Estamos orgullosos de nuestro hogar y de la felicidad de tenerlo.
Y he pensado y sentido profundamente los dolores ajenos: de los desplazados por la violencia, de los damnificados por los inviernos, de los embargados que pierden la casa. He sentido la alegría de mi casa, la MIA, en la que todo se hace con mis reglas, y por supuesto, las de los chicos. He sentido una intensa paz de saber que cada cosa tiene un lugar, y he podido contrastarla con la desesperación de los meses previos en los que no quería ni quedarme allí en los fines de semana...no quería estar en un espacio obligado y ajeno...
Y he concluido que la casa de alguien, el lugar que considera su hogar es indispensable para la estabilidad emocional. Aún los nómadas voluntarios de los que pasan frecuentemente por nuestro barrio en Getsemaní han decidido que su hogar es su vehículo, y lo hacen propio. El humano crea territorio y ese territorio lo habita. Sin ese territorio no es la persona correcta, no encuentra paz, no se tranquiliza, no se sana, no se entiende.
Somos nuestro hogar. Y le doy miles de gracias a la vida porque siempre lo supe pero lo había olvidado, y a veces no tener es la mejor forma de valorar. Fui muy infeliz durante estos meses, no sabía que tanto. Mi carga energética se modificó tanto que hasta me enfermé. Y todos nos volvimos tóxicos. Ahora tenemos de nuevo una casita pequeñita y coqueta que compartir con todos. Cuando quieran parar por aquí, por favor háganlo. Estamos orgullosos de nuestro hogar y de la felicidad de tenerlo.
Comentarios
Un beso y de paso dejo reservado mi puestico para un viaje a futuro.
:)